domingo, 18 de marzo de 2012

YA SE VE VENIR


Estamos en marzo y al abrir la ventana esta mañana, tenía la sensación de encontrarme en mayo o incluso en junio. El tiempo está absolutamente loco y tan pronto nos llegan fríos siberianos, como temperaturas que son propias de latitudes más meridionales. No me extraña que las aves empiecen a despistarse y no sepan al principio del otoño si emigrar o quedarse, y otro tanto les empieza a pasar a los insectos, porque este año he llegado a ver avispas y abejorros en febrero. El famoso cambio climático cada día parece más real y no una futura amenaza.

A pesar de todo, este es el momento que más me gusta del año, cuando a nuestro alrededor miles de señales nos anuncian el cambio de estación. Es un espectáculo el que nos regala la naturaleza y nos resulta aún más valioso por lo efímero de su existencia. Cada día te sorprende la floración de alguna especie vegetal. Ahora están en todo su esplendor las mimosas y los prunos, y dentro de unos días comenzarán los cerezos. También se empieza a sentir el inicio del cortejo de los mirlos, que han cambiado sus sonidos metálicos del invierno por unos cantos melodiosos como reclamo para atraer a las hembras y que mantendrán hasta que aprieten los calores del verano.


¿Y a cuento de qué viene todo esto? Pues va a resultar que voy a terminar pareciéndome a mi madre, que cuando veía en la mesa alguna posible señal de discusión política decía: "¿Por qué no hablamos de pájaros y flores?" Vamos, que el panorama es tan penoso que no invita a otra cosa que a hablar del tiempo, como cuando te encuentras con alguien con el que no tienes nada en común y no se te ocurre nada mejor que decir.

No se puede negar que este ha sido un invierno que casi ha pasado de puntillas, volviendo al tema que nos ocupa, la temperatura ha empezado a subir en exceso, sobre todo al mediodía y las heladas de primera hora están dejando paso a un rocío escaso, como escasa o casi nula es la cantidad de agua que nos ha caído del cielo desde el mes de noviembre, por lo menos en estas latitudes. Así que como abril no venga de aguas mil, nos vamos a encontrar con la famosa pertinaz sequía que decía el mismo, cuyos inicios en el poder coincidieron con uno de los inviernos más crudos del siglo pasado: el invierno del 40, que según contaba también mi madre, fue el más frío y en el que pasó más hambre de su vida.

Serán las ganas de que llegue al fin la primavera, de que llueva de una vez y se limpie la atmósfera, amainen las alergias, que este año han castigado a la mayor parte del país; será que entre tanta mediocridad y tanto gris, hay algo en el aire que invita a dejar a un lado el pesimismo que a la mayoría nos tiene sumidos en la desesperanza, o será un poco de todo a la vez, lo que me ha animado a escribir esta entrada con la que intento animarme y a animaros a todos a disfrutar de los días que se aproximan.