domingo, 25 de abril de 2010

ABANDONAR LA CASA





No puede negar que le fascinan desde siempre las casas abandonadas y aquella que descubrió en Galicia una tarde cualquiera, no ha podido olvidarla.
Ni ha podido olvidar el olor. Aquella mezcla de humedad, polvo y abandono que se respiraba dentro de un desorden general, que hacía presentir bajo sus techos una atmósfera axfisiante y opresora.

La cama deshecha, con las sábanas aún arrugadas, y esparcidas sin pudor sobre la colcha: fotografías, cartas, estampas de la Virgen y del Cristo Crucificado. Los cajones entreabiertos, las lámparas de la mesilla como mudos testigos del expolio, reflejando una premura como de ladrón que asalta los recuerdos y se los lleva y se marcha.


Desde la plaza, desde fuera, en las vidrieras de la ventana, donde se veía el letrero de SE VENDE, no se podía adivinar el amasijo de silencio, abandono, soledad, nostalgia que palpitaba en el interior de esos muros. Los rayos de sol levantaban nubes de polvo que bailaban en el aire una danza conocida en el calor de la tarde de agosto.


En los armarios restos de un vestuario antiguo, con el espejo roto y desconchado en los extremos, la bacinilla renegrida debajo de la cama. Como si sus habitantes hubieran huído con lo puesto ante una amenaza.


Y en la cocina cubiertos en el fregadero de loza descascarillada, sartenes oxidadas, perolas de latón en las alacenas con la pintura levantada, vasos, quizá con la huella de unos labios, haciéndole compañía a las arañas. Y encima de la mesa todavía con mantel a cuadros, una taza con restos de café y la cuchara desmayada sobre el plato. Y la silla apenas separada de la mesa, hacía imaginar la presencia de un cuerpo que acabara de levantarse.

Y papeles de periódicos viejos, esparcidos por toda la casa, con fechas imposibles de tan lejanas, daban cuenta del naufragio como un cuaderno de bitácora.

En muchas ocasiones se preguntaba quiénes habrían sido sus habitantes y por qué abandonaron así la casa, pero esas dudas alimentan aún más su fantasía y se imagina a la persona que pudo vestir aquella bata tan ajada, que aparecía colgada en una percha igual que un fantasma.

Ya en la calle y con la mirada puesta de nuevo en el letrero de SE VENDE, con los cristales polvorientos devolviéndole los restos de un sol dorado y tardío, pensó que nunca podría comprar esa vivienda, porque ninguna reforma podría borrar jamás el olor, la tristeza y el abandono encerrado en las paredes de esa casa.

domingo, 18 de abril de 2010

CIEN AÑOS DE LA GRAN VÍA




En este mes de abril se han celebrado los cien años de la calle más emblemática de mi ciudad: LA GRAN VÍA.

La memoria de los habitantes de esta ciudad conservará distintas imágenes, recuerdos, olores, sonidos,porque las ciudades nunca son las mismas para cada uno de sus habitantes, pero para mí siempre será la calle lejana a la que, cada cierto tiempo, acudíamos con mi madre como si se tratase de un día de fiesta, realizando un largo viaje, desde lo que era casi un pueblo, a una gran ciudad.

Un autobús de dos pisos nos llevaba desde nuestro barrio, a la desaparecida RED DE SAN LUÍS, que era uno de los primeros diseños de lo que en el futuro sería un intercambiador de autobuses,que se encontraba situado frente a la calle MONTERA. Entonces ésta era la calle de las zapaterías y no el gran prostíbulo callejero en que se convirtió más adelante.

El viaje en autobús constituía en sí mismo un acontecimiento. Procurábamos encontrar asiento en la parte de arriba, donde el panorama que se nos ofrecía de la ciudad era como si la estuviésemos sobrevolando. Mi madre aprovechaba estos recorridos para enseñarnos la ciudad en la que había vivido desde los catorce años y, además de irnos diciendo los nombres de las calles, también nos iba contando los acontecimientos significativos que en cada una de ellas se habían producido.

Me llamaba mucho la atención que casi siempre había algún momento en el que el autobús se llevaba por delante alguna rama de acacia al doblar alguna curva, sobre todo en la calle MIGUEL ANGEL, donde los árboles casi se tocaban, creando zonas de umbría que se agradecían, sobre todo en los calurosos meses del verano madrileño. Al finalizar el trayecto, nos bajábamos del autobús, dejando atrás el anuncio de Profidén que me había entretenido también a lo largo del viaje, y echábamos a andar por LA GRAN VÍA en busca de aquellas oportunidades, aquellas rebajas de Sepu, de Galerías Preciados, antes de que este comercio fuera engullido por El Corte Inglés.

Después de las compras, mi madre casi siempre nos invitaba a desayunar en una cafetería, o en situaciones muy especiales, a ver una sesión matinal de cine, como aquella vez en que mi padre se encontraba de viaje y fuimos a ver "La Bella Durmiente".

Mientras recorríamos la calle de arriba abajo, también nos iba contando sus recuerdos, su impresión al llegar a Madrid siendo una adolescente, y lo que supuso para ella encontrarse con una cidad con tantos estímulos, y nos señalaba los teatros, los cines y los lugares a donde acudía a los conciertos con sus padres y ya nos intercalaba una ausencia, un lugar que en su juventud había sido un café y ahora era un banco u otro establecimiento.

LA GRAN VIA, la hermana gemela de la calle ALCALÁ, es también la zona de las grandes manifestaciones de la democracia y de los últimos años del franquismo, por ella volaban las pelotas de goma y los botes de humo que lanzaba la policía para disolver concentraciones humanas que sabías como empezaban, pero nunca cómo iban a acabar.

Esa calle que celebra ahora su centenario, guarda bajo su actual pavimento las huellas de mis abuelos, de mis padres que la recorrían en sus paseos agarrados del brazo, esa calle que nunca consintió en llamarse Avenida de Jose Antonio, que ha sufrido múltiples cambios y mutilaciones, que consiguió sobrevivir a una guerra y sus bombardeos, guarda también mi asombro de niña, la expectación contenida ante una jornada de fiesta.

lunes, 12 de abril de 2010

AGUSTÍN PORRAS Y LA RUTA BECQUERIANA



Este fin de semana no ha sido como los demás.

Hace unos días, AGUSTÍN PORRAS, amigo y compañero de profesión, nos invitó a la presentación de su libro "NUEVAS RIMAS DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER". Este acto se iba a realizar en el MONASTERIO DE VERUELA y serviría también para inaugurar, la que se va a denominar como RUTA BECQUERIANA, que no es sino el recorrido que realizaba el poeta por los alrededores del monasterio en el tiempo que pasó, junto con su hermano VALERIANO, alojado entre sus muros.

No conocía esas maravillosas tierras en las que la imagen imponente del MONCAYO aparece como fondo de todos los paisajes. No sé si porque la primavera recién estrenada embellecía la mirada, o por mi estado de ánimo, que se mostraba abierto a disfrutar de todo lo que de nuevo la experiencia me pudiera ofrecer, lo cierto es que la breve, pero intensa estancia en estos lugares, permanecerá para siempre en mi memoria con toda la riqueza de paisajes, naturales y humanos.

El sábado por la mañana, tal como estaba previsto, Agustín Porras presentó su libro en el mismo lugar donde BÉCQUER permaneció a lo largo de un año y, de este modo rendirle un homenaje especial al poeta al que ha dedicado muchos años de investigación y que, finalmente ha dado sus frutos con el hallazgo de nuevas rimas inéditas. Aprovechamos la ocasión para recorrer el monasterio de origen cisterciense y disfrutar del sol en los jardines a los que se asoma uno de los claustros góticos más bellos que he visitado.

La ceremonia, después de los consabidos cruces de elogios entre autoridades y diversas personalidades relacionadas con el mundo de la cultura, resultó más sobria y agradable de lo que me esperaba en esta clase de actos, pues contó con la presencia y la voz de LUIGI MARÁEZ y su compañera ALIME HÜMA que le pusieron música a algunas de las RIMAS de BÉCQUER y consiguieron crear un clima de complicidad y simpatía entre todos los asistentes.

Finalizado el acto, nos dispusimos a realizar el trayecto a pie desde el monasterio hasta el pueblo de LITIAGO donde terminaba el recorrido. A lo largo de la ruta fuimos haciendo paradas en lugares emblemáticos que cita el poeta en sus "CARTAS DESDE MI CELDA", y encontrando libros estratégicamente escondidos para ser descubiertos por los caminantes, que seguíamos sus pasos con la emoción de recorrer los mismos lugares que aparecen en sus relatos, de mirar el mismo cielo y el mismo paisaje.

Al llegar a lo alto de una loma divisamos la silueta de TRASMOZ, que con el fondo del MONCAYO, nevado aún en estos días de abril, y los campos llenos de almendros en flor, creaban un contraste de una belleza difícil de olvidar.
En Trasmoz visitamos el cementerio del que habla también el poeta, y las ruinas del castillo, al que dedicó a su vez algunas páginas. En esta localidad visitamos también la casa museo de LUIGI MARÁEZ, artista polifacético que, además de la música y la poesía, cultiva también la escultura, el grabado y todos los recursos a su alcance para devolvernos una mirada única y personal sobre la vida y la muerte, tan presente en el espíritu de los poetas románticos que tanto admira.

En las paradas se nos ofrecía vino y productos de la tierra y, para que no faltara nada, en todo momento nos acompañó un gaitero que nos amenizó el recorrido interpretando diversos temas del flolklore aragonés.

En LITIAGO nos esperaba una comida que, a más de uno nos supo a gloria, después del camino recorrido y las múltiples sensaciones y emociones que nos había proporcionado.

Nos despedimos de Agustín y de todos nuestros acompañantes con la grata sensación de haberle rendido un homenaje a un amigo y a un poeta que han realizado el mismo recorrido vital a través de la pasión y la belleza.