domingo, 8 de noviembre de 2009

INTELIGENCIA EMOCIONAL


Desde que en 1995, Daniel Goleman, escribió el libro que da título a esta entrada, se ábrió una puerta al estudio y a la investigación de ese mundo del que ni, nuestros padres, ni nuestros maestros nos habían hablado: el de las emociones.

Los hombres y mujeres de nuestra generación crecimos bajo la influencia oscurantista de la religión católica, que no hacía otra cosa que recordarnos que "La vida era un valle de lágrimas" y que aquí no habíams venido a otra cosa que a sufrir. Crecimos con el sentimiento de culpa anudado permanentemente a la garganta, debatiéndonos continuamente entre la busqueda de la felicidad y el placer, y los sentimientos de culpabilidad que aquello nos producía. Nadie nos había hablado nunca de la inutilidad de ese sufrimiento, nadie nos había enseñado a coger las riendas de nuestra propia vida manejando y controlando nuestras emociones.

Hace poco tiempo, me regalaron un libro, que al principio recibí con un poco de animadversión y desconfianza, le tengo un poco de alergia y aprensión a los libros denominados de autoayuda, pero el título me llamó la atención y decidí echarle un vistazo. Se llama precisamente "La inutilidad del sufrimiento" y está escrito con bastante rigor y de una manera muy amena por una psicóloga de orientación conductista,(aspecto que he deducido por la metodología que utiliza en el seguimiento de cada caso)llamada Mª Jesús Älava Reyes, que merece la pena leer. A lo largo del libro se esfuerza en desmontar la creencia, bajo su punto de vista errónea, de que el sufrimiento debe ir necesariamente ligado a realidades importantes de la vida, como el amor, la muerte, el trabajo, etc, y que entrenándonos de la manera correcta, todos y cada uno podemos ser capaces de controlar nuestras emociones negativas y evitar de ese modo, sufrimientos inútiles.

No es fácil reeducarse y conseguir ser los dueños de nuestras emociones, y no al contrario, que sean nuestras emociones las que nos controlen y se apoderen de nosotros. Pero lo interesante del libro, no es sólo la teoría, sino las estrategias y los métodos que se proponen para conseguir el objetivo final: que seamos capaces de vivir una existencia, no sometida a sufrimientos inútiles de toda índole, y que podamos descubrir nuestras habilidades, nada entrenadas a lo largo de nuestra vida, para vivir una existencia lo más feliz y armónica posible, y que esa felicidad y armonía, podamos a su vez, transmitirla a todos los que nos rodean.

13 comentarios:

Doctor Krapp dijo...

No quiero pecar de pedante Cristal pero Epicuro decía lo mismo o parecido 2300 años atrás, aunque siempre es bueno que nos lo vuelvan a recordar:
"Límite de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde exista placer, por el tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni la mezcla de ambos"

"Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás."

"El placer es el principio y el fin de una vida feliz."

cristal dijo...

Pero tendrás que reconocer conmigo, Dr. Krapp, que la influencia epicúrea en nuestra educación, ha brillado siempre por su ausencia, por lo menos en la mía. Cuando tuve contacto con la Filosofía de los epicúreos en el Bachillerato, ya llevaba sobre mis espaldas años de machaque judeocristiano. Además, una cosa son las teorías y otra la realidad de lo que veíamos en casa o en la escuela.
Saludos

carlota dijo...

Me ha gustado la última frase del Dr.Krapp.

un besote

Novicia Dalila dijo...

Hice hace tiempo un post que tocaba más o menos este tema, aunque, por supuesto, de una manera mucho menos profesional que el libro que dices, claro.
Decía que desde siempre había tenido la sensación de que debía algo, de que debía pagar por todos mis errores... Pero la vida, la madurez, las experiencias, me han enseñado a vivir con todas mis equivocaciones, y sobre todo, a perdonármelas... Ya no debo nada. Ya me lo perdono todo. Y sí, me siento muchísimo más feliz.
Tomo nota del libro, Cristal.

Un beso y feliz semana

Lola Mariné dijo...

Tiene razón el Dr. Krapp: ya lo decía Epicuro. Pero como bien dices, la religión católica nos ha educado en el sufrimiento y el sacrificio a cuenta de ¿felicidad eterna en el más allá?
Yo prefiero ser feliz en "el más acá".
Coleman fue un bonbazo en su momento y el inicio de la auto educación psicológica y el pensamiento positivo.
Intento ser una buena seguidora.
Saludos.

cristal dijo...

Gracias por la visita, Carlota.
Un beso

cristal dijo...

Es importante aprender a perdonarnos y a perdonar a los demás. Al fin y al cabo somos máquinas de cometer errores.
Todo lo que nos ayude a ser más felices vale la pena aprovecharlo.
Un besito, Novi.

cristal dijo...

Sí nos ha costado sangre sudor y lágrimas nuestra mentalidad estóica. A lo largo de la historia ha primado más esa corriente, reforzada además por las distintas religiones.
Gracias por tu comentario, Lola.
Un abrazo.

Edito-e dijo...

Muy interesante, y los comentarios también. Agradezco mucho haber nacido ya en una sociedad con la inteligencia emocional más desarrollada...

No debería ser difícil quitarse el sufrimiento de encima cuando viene impuesto como norma.

Muchos besitos

cristal dijo...

Las nuevas generaciones lo han tenido mucho mejor en este aspecto, Elisa. Se os ha educado de otra manera. Prueba de ello es que la sociedad actual es mucho más hedonista, el principio del placer está mucho más arraigado que el del deber, por ejemplo.
Todos queremos ser felices permanentemente y a cualquier precio, se tolera mal la frustración...
El tema tiene sus claroscuros y merece un debate en profundidad.
Gracias por tu visita.
Un beso grande.

Alfredo J Ramos dijo...

Cristal, me he paseado despacio por tu blog disfrutando de tu sensibilidad: árboles, pelis con ojos profundos, sensaciones a flor de piel, emociones inteligentes... Prometo volver de vez en cuando (que, también como tú dices por algún lado, a veces el ritmo bloguero puede ser asfixiante). Un abrazo.

cristal dijo...

Un blog puede resultar una experiencia de lo más gratificante, o ser otro motivo de estres. Yo ahora también me lo tomo con mucha más calma. Sobre todo porque no dispongo de demasiado tiempo para poder dedicarle.
Serás siempre bienvenido.
Un abrazo.

I. Robledo dijo...

Algun dia -digo yo- la iglesia pedira perdon por tantas y tantas cosas... Vamos, digo yo...

Aunque no estoy tan seguro de ello.

Un abrazo, amiga