
Cuando los días del calendario están a punto de agotarse, acostumbramos a volver la vista atrás y a hacer un balance del año que termina. Casi siempre sopesamos lo bueno y lo malo que ha tenido y deducimos a grandes rasgos si ha sido un buen año o es de los de tirar directamente al cubo de la basura, romper de paso el calendario y enviar los malos recuerdos al desván con todo lo que queremos olvidar.
También es obligado esperar que, aunque sólo cambie un dígito y el amanecer del día 1 de enero sea igual que el día anterior, se produzcan cambios en el mundo y en nuestra vida. De este modo elaboramos una lista de deseos y buenos propósitos que, más tarde, con el transcurso de los días, terminaremos por ignorar, cometiendo de nuevo los mismos errores, metiendo nuevamente la pata, dejando de hacer aquello que nos habíamos propuesto...Para mí este año que termina no ha sido un año bueno, aunque los he tenido peores. Para el mundo, quitando la victoria de Obama,( que ya veremos cómo respira) bajo mi punto de vista, tampoco; y si no que se lo digan a los habitantes de Irak, Afganistán, Congo y para poner el remate, Gaza. La lista de desastres de todo tipo sería interminable. Pero aún así, no quiero ser pesimista y pienso que cuando uno ha caido muy abajo,lo único que se puede hacer es subir. Así que vamos a tener confianza y esperar que en año nuevo desaparezcan todas las guerras, se erradique el hambre y la pobreza del planeta, se frene el cambio climático y todos los habitantes de la aldea global nos comprometamos en la tarea de crear un mundo mejor. Yo, por de pronto, voy a pedir todas estas cosas en mi carta a los Reyes Magos.
Feliz año a todos. Recibid un abrazo y escuchar esta música como regalo.